No se trata de ganar o perder, de acertar o equivocarse, se trata de aprender.
Y el que no juega, no aprende.
El silencio es una estrategia válida, pero la negación a jugar no es más que una rendición.
Y el problema no es rendirse, la cobardía no es un pecado, el problema es creerse superiores a los que siguen jugando.
Me molesta la actitud carroñera del que no se ensucia las manos. Que sepa que la carne podrida no es glamorosa.
Y jugar, en nuestra vida social, es arriesgar, es contradecirse, es hacer, es pensar.
Y después de todo esto, es evolucionar.