11/09/2010

Ciudadano categoría 2001

A veces me pregunto por que la clase media argentina se viste de escepticismo. Por qué prefiere el traje color distancia o los anteojos bien oscuros, para que sus ojos no delaten sus pensamientos, sus sentimientos.
Claro, los ideales ya no están de moda, son (por suerte cada vez menos) anticuados.

Y cada vez que me lo pregunto, la historia me tiene una certera respuesta. No me la da servida en mano. Pero la arrima a la mesa, sin mirarme, esperando que yo me estire.

Y es tan certera esa respuesta que mi pregunta se invierte: ¿Cómo puede ser que aún haya gente que crea en el que tiene al lado, en el vecino, en un dirigente, en la política?

Fueron tantos los engaños como las estafas. Nombro ambas formas de traición porque son muy distintos, la primera nos hace sentir unos pobres ingenuos, la segunda nos confiere un rol más activo: La estafa nos hace sentir (y no encuentro para esto un término diplomático) unos pelotudos. En la estafa, sentimos, cargamos con la mitad de las responsabilidades.

Nos engañaron, nos estafaron, nos humillaron, y nos vendieron. Y yo, con mis casi 25 años vengo muy alegremente a decir "no desconfíen, no le den vuelta la cara al vecino, por más que junte cartones para vivir. No metan a todos los políticos en la misma bolsa. Juguemos, arriesguemosnos, pensemos, involucremosnos."

Claro, llegué tarde. A los que se involucraron, los mataron. A los que pensaron los silenciaron. Y a los que confiaron, los dejaron en pelotas.

Y así va la clase media argentina por la vida, desmoralizada, silenciada, distraída y en pelotas. Pero no podíamos ser menos los europeos de Sudamérica, con la frente en alto y el tono protestón.

Con la frente en alto y los ojos cerrados agregaría. Porque mirar en busca de un horizonte sería tomar partido, arriesgándonos a una vez más a la humillación.

¿Ahora, que hacemos? ¿Nos dejamos llevar por la marea dejando cómo único ancla el movedizo escepticismo protector del que teme ser traicionado una vez más?
¿Está bien que la clase media se guarde el derecho al "Viste??? YO te lo dije! son todos iguales..." Estamos en condiciones los jóvenes exigirles a nuestros viejos que vuelvan a intentarlo, a decidir, a proyectar?

Yo creo que hay ganas de su parte de volver a creer en la política, pero están vedados por la vergüenza, la timidez, el miedo a equivocarse. El miedo al ridículo.
Hace algunos días, escribía en otro post que nos "dejen el turno" a los jóvenes. Hablé con cierto enojo a ese sector, me costaba respetarlos en su postura (o en rigor, su anti-postura)
Pero me estoy dando cuenta que su mirada cínica en la mayoría de los casos no es más que un ACTO DE DEFENSA.

Por eso creo que lo mejor que podemos hacer es invitarlos al juego, tratando de contagiarles nuestra preciada libertad intelectual, que, ante el asombro de muchos, compartimos, producto quizás de su sabia humildad, con las clases más excluidas.

Si tengo ganas involucrarme en busca de un horizonte, no es por ser más pensante o arriesgado o imprudente que mis antecesores. Simplemente tuve la fortuna de nacer como ciudadano en el 2001.





11/03/2010

Coherencia mundial

Me preguntaba mientras me duchaba como es que la gente, la masa, los sectores populares, han votado, votan, y votarán, filosofías políticas que los piensan como un producto, como meros activos en tanto fuerza laboral. 

Me preguntaba por qué la gente votaba políticas en su contra. 
Y claro, llegó la palabrita mágica: MEDIOS

Los medios de comunicación son la única explicación pragmática que encuentro. 
Una herramienta imprescindible si queremos ir en contra de los trabajadores, pero con su consentimiento. Es cuestión de engañar, confundir, marear, y sobe todo, mentir.

Probablemente el engaño deba tener una coherencia mundial para no caerse a pedazos. 

Los republicanos vuelven a ser mayoría en el senado de EEUU. Imagino que Obama también tiene su Clarín. 
 
Y no por compararlo a los K. Lo que parece responder a los mismos hilos a nivel mundial es la derecha.

11/01/2010

Juguemos

No se trata de ganar o perder, de acertar o equivocarse, se trata de aprender.
Y el que no juega, no aprende.

El silencio es una estrategia válida, pero la negación a jugar no es más que una rendición.
Y el problema no es rendirse, la cobardía no es un pecado, el problema es creerse superiores a los que siguen jugando.

Me molesta la actitud carroñera del que no se ensucia las manos. Que sepa que la carne podrida no es glamorosa.

Y jugar, en nuestra vida social, es arriesgar, es contradecirse, es hacer, es pensar.
Y después de todo esto, es evolucionar.




Se les termina el turno.

Vuelvo, a más de un año de mi última entrada, quizás (y enhorabuena) más politizado.
Digo quizás, por que la única regla de este blog es que no las haya.
Digo enhorabuena porque no encontré un sinónimo menos gallego y porque por suerte estamos volviendo a entender que:
La política no son los políticos (o, si lo prefieren, políticos somos todos)
La política es nuestra legítima herramienta para debatir ideas, y sobre todo generar los cambios sociales que deseamos.

Esta arrítmica introducción para llegar a un pequeño pensamiento que me viene provocando.

Veo a las generaciones que dejaron a este país como está, desde cierta distancia intelectual, frivolidad, y cinismo, tratando a la generación a la que pertenezco (sub 30) de ingenuos o confundidos o incluso de románticos idealistas (acaso es un insulto?).

Y yo les digo, ya pasó su turno, ya hicieron cagadas. Ya defendieron la dictadura algunos, ya se quedaron comoditos en casa en los 90 otros.
No será hora de que nos escuchen a nosotros? No nos toca a nosotros?